jueves, 19 de marzo de 2015

CONTRA LUJURIA ---CASTIDAD : conversión de Dawn Eden


Fuente : Religión en Libertad 
En la ópera de Wagner Tannhäuser, un juglar medieval vuelve a su aldea, buscando la sanación y la salvación después de haber desperdiciado sus años como esclavo voluntario de Venus. Pero cuando sus vecinos saben donde ha estado, le dicen que ha renunciado a la esperanza. Una vez que el hombre ha saboreado las delicias de Venus, le dicen, nunca conseguirá sacarla de sus entrañas.



Estamos rodeados de Tannhäusers modernos: hombres y mujeres adictos a la pornografía; singles que buscan el amor a través del sexo y casados que desean el placer excluyendo la procreación. 


Nuestra fe católica enseña que para todos ellos hay un camino de perdón y reparación. Y sin embargo, demasiado a menudo los damos por perdidos y hablamos de la castidad como si fuera una virtud reservada sólo para quienes son vírgenes

Haciendo esto, efectivamente compramos la mentira cultural de que los esclavos del placer nunca encontrarán la libertad en Cristo.

No tiene por qué ser así. El Venerable Arzobispo Fulton Sheen describió el estado de hartura decepcionada como "gracia negra" - una especie de hartazgo que podía llevar a la "gracia blanca" de la conversión.

Muchos de los que se han tragado las mentiras de la revolución sexual tienen que enfrentarse a la oscuridad de esta gracia negra. Si se les presenta la verdad de la castidad, pueden lograr transformarse en Cristo. Lo sé porque me ocurrió a mí.

Dawn Eden en su época promiscua

En los 90, como joven periodista judía especialista en rock que vivía en Nueva York, me pasaba el día entrevistando a bandas para la revista MOJO y las noches cazando en las discotecas, vestida con ropa calculada para ofrecer a los que miraban un buffet de epidermis. 

Actualmente soy una estudiante de posgrado en Teología en un seminario católico y autora de The Thrill of the Chaste: Finding Fulfilment While Keeping Your Clothes On [La emoción de la castidad: encontrar la plenitud sin quitarse la ropa, ndt]. Miro mi vida y es como si Marianne Faithfull se hubiera metamorfoseado en Mary Whitehouse. ¿Qué pasó? 

Mi conversión empezó en 1995 cuando un músico de rock de Los Angeles al que estaba entrevistando mencionó que estaba leyendo una novela, El hombre que fue jueves, de un autor del que nunca había oído hablar, G. K. Chesterton. Compré inmediatamente una copia de la novela, pensando que me ayudaría a camelarme al músico cuando volviera a la ciudad.

Una frase del primer capítulo me tocó: “Lo más poético del mundo es no estar enfermo”. Ese fue mi momento de gracia negra. 

En aquel entonces yo estaba atrapada en un círculo vicioso. Sola porque no era amada, me entregaba a "amantes" que no me amaban. Chesterton me obligó a reconocer lo que yo había intentado suprimir: mi profundo deseo de sanación, de tener mi vida ordenada de arriba abajo, de conocer la poesía de no estar enferma.

Con el tiempo (y con más Chesterton), empecé a experimentar la gracia blanca de la conversión. Pero era reacia a situarme bajo la autoridad de una confesión en particular, por lo que intenté proceder por el camino cristiano sola. 

Descubrí muy pronto que cambiar mis creencias no era suficiente para cambiar mis costumbres.

Estaba claro que todos los deseos que había satisfecho habían fracasado en acercarme al amor que buscaba. Y también estaba claro que sólo recibiría ese amor si yo aprendía a entregarlo adecuadamente. Pero, ¿cómo podía aprender esto?

Un amigo católico que vio mi lucha me dio un libro que tenía muchas citas del Catecismo de la Iglesia Católica.

Encontré mi respuesta: desarrollar la virtud de la castidad me enseñaría a amar a los otros como Dios me ama (CCC 2347-48). La castidad nada tiene que ver con cerrar la puerta al amor humano, sino con dejar entrar al amor divino. Significa dejar que Dios dé nueva forma a mis deseos para alinearlos con Su deseo de mi felicidad.

En la nueva edición católica de The Thrill of the Chaste (revisada después de la edición de 2006, que escribí antes de entrar en la Iglesia), me centro en el "sí" de la enseñanza de la Iglesia, porque uno no puede entender los varios "noes" a no ser que uno entienda primero el "sí" general.

Por ejemplo, uno no puede entender porqué la Iglesia no apoya los anticonceptivos y el matrimonio entre personas del mismo sexo hasta que uno entiende que el amor matrimonial es por definición un acto de la voluntad libre, total, fiel y fecundo (cfr. Humanae Vitae 9).

Admitámoslo, la castidad no es lo que está de moda. Pero en una sociedad que ha dejado de ser cristiana, esto es lo que la hace muy interesante

Aquí, en Occidente, el Cristianismo tuvo una buena y larga vida como cultura dominante y ahora es, de nuevo, la contracultura.

El Papa Francisco lo sabe. Por esto, cuando habla sobre la castidad, utiliza el lenguaje de la rebelión. Dirigiéndose a los jóvenes sobre el tema de la Jornada Mundial de la Juventud diocesana 2015 – “Bienaventurados los limpios de corazón” ­– les pide que “se rebelen contra esa tendencia tan extendida de banalizar el amor, sobre todo cuando se intenta reducirlo solamente al aspecto sexual […] contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades, cree que ustedes no son capaces de amar verdaderamente”.

En la ópera de Wagner, Tannhäuser intenta liberarse del abrazo de Venus porque siente, aunque débilmente, que algo vital falta incluso en sus más seductores deleites. Francisco nos anima a confiar en que también nuestros Tannhäusers puedan alcanzar ese punto de la gracia negra: el doloroso reconocimiento de que el "amor" sin ataduras que ellos esperaban que les satisficiera es, en realidad, sólo un empobrecimiento de lo que se supone que es el amor.

Pero ellos necesitan nuestra ayuda. Podemos empezar creando una contracultura de la castidad dejando de tratar nuestras "duras enseñanzas" como si fueran pastillas amargas que tienen solo una vinculación accidental con el banquete celestial.

La castidad no es una incómoda nota a pie de página de la Buena Nueva. Es la Buena Nueva, demostrando que los brazos de Venus no son el complemento al corazón de Jesús.

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

HISTORIA 

Dawn Eden, víctima de abusos sexuales: «Leer a los santos me ayudó a perdonar a mi agresor»


Judía conversa al catolicismo, Dawn Eden es una de las ensayistas católicas más brillantes de EEUU. Acaba de publicar un libro basado en su dramática experiencia y en el testimonio de los santos que también sufrieron abusos: "Dios ha permitido que mi corazón fuera herido para que yo pudiera sanar en el suyo", asegura.

Dawn Eden, víctima de abusos sexuales: «Leer a los santos me ayudó a perdonar a mi agresor»
Cuando en 2006 salió The Thrill of the Chaste: Finding Fulfillment While Keeping Your Clothes On("La emoción del casto: encontrar satisfacción con la ropa puesta"), Dawn Eden fue saludada en EEUU como una de las más brillantes ensayistas católicas de la nueva generación

El libro, que se convirtió rápidamente en bestseller y que ha sido traducido a diversas lenguas, es unadefensa de la denostada virtud de la castidady, al mismo tiempo, una mirada irónica y sutil hacia el mundo libertino caricaturizado a través de la célebre serie de televisión "Sexo en Nueva York". Un mundo del que Dawn Eden formó parte como judía liberal cuando se trasladó a Nueva York para comenzar la que sería una exitosa carrera en el periodismo musical. Escribía para revistas de música rock y pop tan prestigiosas como Billboard oMojo, y colaboraba con el New York Press

Hasta que, a los 31 años, tras un tiempo militando en el agnosticismo, Dawn se convirtió al catolicismo. Una conversión que se produjo en un momento de encrucijada vital y que estalló en su encuentro con ese maestro de la prosa y del ingenio espiritual que es G.K. Chesterton. Dawn, que fue despedida del New York Post por retocar un artículo sobre la fecundación in vitro con ideas provida, comenzó a ser reconocida y se convirtió en una solicitada conferenciante. 

Se mudó a Washington para estudiar teología con los dominicos, donde se ha graduado con una tesis sobre la llamada "teología del cuerpo", del papa Juan Pablo II. 

El drama del abuso sexual
En los últimos meses, Dawn Eden ha vuelto a remover la opinión pública con un libro que también parte de un elemento biográfico, pero en este caso mucho más dramático: el de su condición de víctima de abuso sexual cuando solo era una niña de seis años

Mientras los sábados su madre acudía a la sinagoga, ella se quedaba jugando en la biblioteca adyacente a la comunidad judía, donde un hombre se aprovechó repetidamente de ella. Y aquel hecho traumático Eden simplemente lo “tapó” con las experiencias de la vida, como se puede cubrir el cráter de un volcán todavía activo. 

Su curación llegó cuando tomó conciencia de que aquella era una herida que había que sanar, y esa sanación llegó por dos vías: con la ayuda, primero, de un psicólogo y, a la vez, de unos compañeros de camino muy especiales: los santos. Así nació My Peace I give you, Healing Sexual Wounds with the Help of the Saints (Mi paz os doy: curando las heridas sexuales con la ayuda de la Santos), editado en EEUU por Ave Maria Press; "un libro dedicado a todos aquellos que han sufrido abusos en la edad más inocente de la vida", según sus propias palabras. 

"El problema del abuso sexual cruza todos los grupos sociales, todas las religiones", explica Dawn. "En los Estados Unidos una de cada cuatro mujeres adultas y uno de cada seis hombres adultos aseguran haber sido víctimas de abusos sexuales en la infancia. Así que el problema es bastante amplio", sostiene. 

"No ha habido nunca un libro de espiritualidad católica para adultos víctimas de abuso sexual infantil. Los únicos trabajos que mencionan el cristianismo y las heridas sexuales en su título son los libros sobre los casos de pederastia en la Iglesia, o libros que adoptan un enfoque protestante de la curación, o los que ponen un barniz cristiano sobre los métodos psicoterapéuticos. Mi paz os doy no es nada de todo eso; es un libro sobre cómo aprender a encontrar la curación a través de la oración y de la experiencia de los grandes santos", sostiene.

Los santos también sufrieron abusos
My Peace I give you es un viaje que toca el corazón y que parte de los nudos interiores más angustiosos de quien ha sido violado (el sentido de culpa por no haber sabido huir del propio verdugo, el sentirse "manchado" en el alma y humillado en el cuerpo) y que ilumina con las enseñanzas y el ejemplo de grandes figuras de la historia de la Iglesia. 

Desde la polémica de San Agustín con los paganos en su libro La Ciudad de Dios –los cuales sostenían que las vírgenes violadas ya no podían considerarse tales, mientras que el santo de Hipona rebatía con desdén que su pureza permanecía intacta– al ejemplo de los beatos que pasaron por la prueba de un intento de abuso o un verdadero abuso sexual, como Laura Vicuña (1891–1904), la pequeña chilena perseguida por el compañero de su madre, que murió perdonando al monstruo que tenía en casa y ofreciendo su vida por que su madre consiguiera dejarle a él y el estado de pecado en el que vivía. 

Dawn recurre también a la experiencia de santos como María GorettiBernardo de ClaravalJosefina BakhitaTomás de Aquino o Ignacio de Loyola, quienes sufrieron maltrato, abandono o abuso sexual, y, gracias a su extraordinaria condición espiritual, pudieron y supieron perdonar y abrirse en mayor medida al amor de Dios. 

“La realidad es que los santos eran tan humanos como cualquiera de nosotros, y algunos de ellos sufrieron abuso incalificable, aunque esto rara vez se menciona en la actualidad. Cuando se trata, por lo general, es de forma rápida y superficial, o se pasa por alto. Y sin embargo, forma parte de su vida, y su voz y su intercesión son necesarias, los lectores descubrirán santos con heridas como las suyas, cuyas historias dan testimonio delpoder transformador de la gracia”, explica Dawn. 

“La idea de que una víctima de abuso sexual no es tan santo o casto como alguien que es capaz de escapar de violación física, como si la Iglesia recompensara con puntos espirituales para aquellos que son más rápidos o más fuertes, defendiéndose de su atacante, está totalmente en contra de cualquier comprensión católica de la santidad. La carrera no es de los más rápidos, ni la guerra de los más fuertes, dice el Eclesiastés (9:11), y la santidad no es una competición atlética, sino una medida de nuestro amor a Dios y la bondad moral. Dios ha permitido que mi corazón fuera herido para que yo pudiera sanar en su corazón traspasado y así Jesús pudiera encontrar un lugar en el mío". 

Dawan cree que "Dios permite el mal sólo porque puede traer un bien que es más grande que el mal. Y, yendo más allá, ha permitido todo esto para que mi corazón fuese grande como para ofrecer refugio a las demás almas heridas, llevándoles al mismo Cristo que yo he recibido. Estamos unidos a la pasión de Cristo en todo nuestro sufrimiento. Nuestro Salvador está herido y sus heridas son glorificadas”, confiesa. 

Un testimonio necesario y arrollador que nos recuerda que no hay heridas tan profundas que el Señor no pueda curar.

La periodista de rock Dawn Eden: una vida de desenfreno hasta que Dios se cruzó en su camino

La periodista de rock 

Dawn Eden: una vida 

de desenfreno hasta 

que Dios se cruzó en 

su camino

De difusora de la revolución sexual, como periodista de música rock, pasó a ser publicista de la castidad mediando la intervención de Chesterton.

«Pueden contarme entre esas hijas insatisfechas de la revolución sexual». Son palabras de una mujer que trae una vida de desenfreno a sus espaldas. Periodista especializada en música rock, colaboradora de publicaciones tan importantes como BillboardMojoSalon New York Press, su vida pasada osciló entre el desenfreno sexual y el feminismo auto-destructivo.
Pero en 1995 «algo pasó»: tras entrevistar al líder de la banda Sugarplastic, Ben Eshbanch, compró un libro recomendado por el entrevistado. El libro se titulaba «El hombre que fue jueves», del siervo de Dios Chesterton. No pasó mucho tiempo para que otras obras del mismo autor comenzaran a llenar su biblioteca personal.
Pasaron cuatro años hasta que una experiencia personal la marcó. Una noche de octubre experimentó una conversión que la llevaría a abrazar el catolicismo en 2006: «Escuché una voz de mujer que decía: algunas cosas no están para ser conocidas, sino para ser entendidas. Me arrodillé y me puse a rezar», refiere Eden. Lo que había leído en las obras de Chesterton, especialmente en Ortodoxia, encajaban y decían ahora todavía más.

Así, de esa vida disipada en la que a las entrevistas con las estrellas del rock seguía ordinariamente el sexo con las mismas, Dawn Eden tuvo el coraje de seguir con coherencia las implicaciones de la fe en que era recibida.
Ahora defiende públicamente los valores cristianos, aunque ello haya supuesto ser despedida de algunas de las publicaciones donde colaboraba (como el New York Post). Dios no la abandonó: New York Daily la contrató como editora. Ahora ofrece conferencias en defensa de la castidad y en 2008 publicó el libro «La aventura de la castidad: encontrando satisfacción con tu ropa puesta». Así, de difusora de la revolución sexual ha pasado a publicista de la castidad, gracias a ese encuentro con Dios que transforma las vidas y los corazones.

UNA SANTA EN SU VIDA 

Sólo pudo enfrentarse 

a su pasado de abusos 

al conocer el caso de 

la niña beata Laura Vicuña

Dawn Eden se convirtió al catolicismo y se consagró a predicar la castidad. Pero había algo en su vida que no había revelado.


Como contó en su día ReL, Dawn Eden, neoyorquina, de origen judío, periodista especializada en música rock, y defensora y ejercitante de la libertad sexual más absoluta, se convirtió al catolicismo en 2006 y se convirtió en un apóstol de la virtud contrapuesta, consiguiendo un gran éxito con su libro de 2008 La aventura de la castidad


Entonces contó buena parte de lo que había sido su vida anterior (abrazó la fe a los 31 años): "Me atreví entonces a contarle a la gente cómo el amor de Cristo me había salvado de una depresión suicida y me había dado fuerzas para romper con un estilo de vida sexualmente degradante", dice hoy, cuando se acerca ya a los cuarenta.


El dolor secreto
Pero hubo algo que no contó porque no estaba preparada, y sí ha dado a conocer ahora, al publicar una nueva obra, Mi paz os doy, que lleva el imprimatur del cardenal Donald W. Wuerl, arzobispo de Washington, y ofrece una espiritualidad católica para las personas heridas por el abuso sexual infantil: "En este libro comparto también mi historia como víctima de abusos y sanada a través de Cristo y su Iglesia", confiesa.



En el texto recuerda que hubo santos que también padecieron algún tipo de abuso o trauma infantil -no necesariamente sexual-, desde doctores de la Iglesia como Santo Tomás de Aquino oSan Bernardo, a otros menos conocidos como Santa Margherita Castello (1287-1320) o Santa Josefina Bakhita (1869-1947). Aunque no fue ninguno de ellos quien sobre todo la rescató, sino la historia de la niña Beata Laura Vicuña (1891-1904), nacida en Chile y muerta en Argentina, y cuya vida se recoge, entre otros, en el libro Santos de pantalón corto de Javier Paredes (HomoLegens).


"Aunque, cuando me convertí, muchos alabaron mi honestidad sobre mi pasado, evité cuidadosamente revelar el dolor escondido que me impedía experimentar completamente la alegría cristiana. Si hubiese sido totalmente abierta, habría tenido que revelar quesiendo niña sufrí abusos sexuales", explica Dawn: "Los abusos me dejaron un trastorno por estrés postraumático, que se manifestaba en forma de ansiedad, fobias sociales y flashbacks, además de crisis emocionales en las que me culpaba y acusaba a mí misma de mi propia condición de víctima".


Laura Vicuña, en una foto identificada en 2010 por una investigación policial.

"Llevar mis problemas al Señor me ayudaba", continúa en su blog en Patheos, "especialmente cuando descubrí una antigua oración llamada Anima Christi [la ignaciana Alma de Cristo] que pide ´Dentro de tus llagas escóndeme´. Me daba esperanzas saber que en el traspasado Corazón de Jesús había un lugar para mi corazón herido".


La ayuda que le faltaba
Con todo, el alivio de Eden no era completo. Hasta que un día de diciembre de 2010, hojeando el libro de un amigo, se encontró con "la historia de una niña sudamericana que hizo pedazos mis prejuicios sobre la santidad".


Imagen pictórica para veneración de los fieles que se tenía de Laura Vicuña hasta 2010, cuando se encontró una imagen fotográfica auténtica.

Entre los nueve y los trece años, Laura Vicuña fue asaltada, sin éxito, por el violento amante de su madre, quien se negaba a dejarle a pesar de que conocía las luchas de Laura por escapar de Manuel y los castigos a los que éste las sometía a ambas como venganza. En una ocasión, la madre quiso obligarla a que bailara con él para evitar las consecuencias.


Dawn dice que quedó "chocada" al ver que era muy similar al suyo: "El amante de mi madre abusó de mí. De hecho, es una situación habitual entre las víctimas: una niña que vive con su madre sola y con pareja tiene una probabilidad veinte veces mayor de sufrir abusos que una que vive con ambos padres biológicos".


"Me impresionó profundamente saber que la Iglesia había reconocido la santidad de una niña cuyos sufrimientos eran como los míos. También podía identificarme con Laura en su respuesta a los abusos: ella buscaba la presencia de Cristo en la Eucaristía. No hay que tener mucha imaginación para suponer que, al elevar su mirada del sagrario al crucifijo, también se sentiría acogida en las heridas de Jesús".


El perdón heroico de Laura
Poco antes de morir, tras recibir la comunión, Laura Vicuña quiso hablar con su madre y le reveló que la perdonaba y que había ofrecido su vida a Dios por su conversión. "El testimonio de valentía de Laura me dio el coraje que necesitaba para ofrecer el mío en Mi paz os doy", un testimonio que ella brinda también para ayudar a quienes han sido víctimas de abuso por parte de algunos sacerdotes o religiosos.


"Muchas víctimas precisan ayuda psicológica, pero sus heridas principales son espirituales y requieren curación espiritual. Todo el que ha sufrido un trauma cualquiera sabe que incluso las heridas que están por sanar son santificadoras si se las lleva a la luz del Cristo herido y resucitado. Los santos", concluye, "nos muestran el camino".



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